La Novena Revelación
(Richard Bach)
"Llegué hasta el restaurante y estacioné; luego me recliné en el asiento para pensar un momento. Sabia que Charlene ya estaría adentro, esperando para hablar conmigo. Pero, ¿por qué? Hacía seis años que no tenía noticias de ella. ¿Por qué volvía a aparecer ahora, justo cuando yo me había recluido en el bosque por una semana?
Bajé de la camioneta y caminé hasta el restaurante. A mi espalda, el último resplandor de una puesta de sol se hundía al oeste y derramaba rayos de ámbar dorado sobre el estacionamiento húmedo. Una hora antes, un breve chaparrón había mojado todo y ahora la noche de verano era fresca y renovada y, por el efecto de la luz evanescente, parecía casi surrealista. Una media luna colgaba en el cielo.
Mientras caminaba, viejas imágenes de Charlene se agolpaban en mi mente. ¿Seguiría siendo bella, intensa? ¿Cómo la habría cambiado el tiempo? ¿Y qué debía yo pensar de ese manuscrito que me había mencionado, ese antiguo objeto encontrado en Sudamérica sobre el cual estaba ansiosa por hablarme?
-Tengo una espera de dos horas en el aeropuerto -había dicho por teléfono-. ¿Podemos cenar juntos? Te encantará lo que dice este manuscrito, es justo tu tipo de misterio.
¿Mi tipo de misterio? ¿Qué había querido decir con eso?
Adentro, el restaurante se hallaba lleno. Había varias parejas esperando mesa. Cuando encontré a la mesera, me dijo que Charlene ya estaba ubicada y me condujo al entrepiso, sobre el comedor principal.
Subí la escalera y vi a un grupo de personas alrededor de una de las mesas. El grupo incluía a dos policías. De repente, los policías se dieron vuelta y bajaron corriendo la escalera. Corno el resto del grupo se dispersó, pude entrever a la persona que parecía haber sido el centro de atención: una mujer, todavía la sentada a la mesa... ¡Charlene!
Caminé rápidamente hasta ella.
-Charlene, ¿qué ocurre? ¿Pasa algo malo?
Echó la cabeza hacia atrás en señal de exasperación y se puso de pie con su inconfundible sonrisa. Noté que tenía el pelo, quizás, un poco diferente, pero la cara era exactamente como la recordaba: rasgos delicados, boca ancha, grandes ojos azules.
No vas a creerlo -dijo, dándome un cariñoso abrazo-. Fui al baño hace unos instantes y, mientras no estaba, alguien me robó el portafolios.
-¿Qué llevabas?
-Nada importante, sólo algunos libros y revistas para el viaje. Es increíble. Las personas sentadas a las otras mesas me dijeron que alguien pasó, lo tomó y se fue. Les dieron una descripción a los policías, y éstos dijeron que registrarían la zona.
-¿Tal vez yo podría ayudarlos a buscar?
-No, no. Olvidémoslo. No tengo mucho tiempo y quiero hablar contigo.
Asentí y Charlene propuso que nos sentáramos. Se acercó un mozo, miramos el menú y pedimos. Después pasamos unos diez o quince minutos hablando de generalidades. Traté de minimizar mi aislamiento autoimpuesto, pero Charlene captó mi vaguedad. Se inclinó hacia adelante y me dedicó otra sonrisa.
-Entonces, ¿qué te está pasando realmente? -preguntó. La miré a los ojos, sentí la intensidad con que me miraba.
-Quieres que te cuente toda la historia ya mismo, ¿no?"...
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