miércoles, 29 de febrero de 2012

TROPICO DE CAPRICORNIO
(Henry Miller)

   "Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos. Desde el principio no hubo otra cosa que el caos: era un fluido que me envolvía, que aspiraba por las branquias. En el substrato, donde brillaba la luna, inmutable y opaca, todo era suave y fecundante; por encima, no había sino disputa y discordia. En todo veía enseguida el extremo opuesto, la contradicción, y entre lo real y lo irreal la ironía, la paradoja. Era el peor enemigo de mi mismo. No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de niño, cuando no me faltaba de nada, deseaba morir: quería rendirme porque luchar carecía de sentido para mí. Consideraba que la continuación de una existencia que no había pedido no iba a probar, verificar, añadir ni sustraer nada. Todos los que me rodeaban eran unos fracasados, o, si no, ridículos. Sobre todo, los que habían tenido éxito. Estos me aburrían hasta hacerme llorar. Era compasivo hasta con las faltas, pero no por compasión. Era una cualidad puramente negativa, una debilidad que brotaba ante el simple espectáculo de la miseria humana. Nunca ayudé a nadie con la esperanza de que sirviera de algo; ayudaba porque no podía dejar de hacerlo. Me parecía inútil cambiar el estado de cosas; estaba convencido de que nada cambiaría, sin un cambio del corazón, ¿y quién podía cambiar el corazón de los hombres? De vez en cuando un amigo se convertía; era algo que me hacía vomitar. Tenía tan poca necesidad de Dios como El de mí, y con frecuencia decía que, si Dios existiera, iría a su encuentro tranquilamente y le escupiría en la cara.
   Lo más irritante era que, a primera vista, la gente solía considerarme bueno, amable, generoso, leal etc., porque estaba exento de envidia. La envidia es la única cosa de la que nunca he sido víctima. Nunca he envidiado a nadie ni nada. Al contrario, lo único que he sentido ha sido compasión hacia todo el mundo y por todo."...

miércoles, 22 de febrero de 2012

LOS PAZOS DE ULLOA
(Emilia Pardo Bazán)

   "Por más que el jinete trataba de sofrenarlo agarrándose con todas sus fuerzas a la única rienda del corcel y susurrando palabrillas calmantes y mansas, el peludo rocín seguía empeñándose en bajar la cuesta a un trote cochinero que desencuadernaba los intestinos, cuando no a trancos desigualadísimos de loco galope. Y era pendiente de veras aquel repecho del camino Real de Santiago a Orense, en términos que los viandantes, al pasarlo, sacudían la cabeza murmurando que tenía bastante más declive del no sé cuántos por ciento marcado por la ley, y que sin duda al llevar la carretera en semejante dirección, ya sabrían los ingenieros lo que se pescaban, y alguna quinta de personaje político, alguna influencia electoral de grueso calibre debía de andar cerca.
   Iba el jinete colorado, no como un pimiento, sino como una fresa, encendimiento propio de personas linfáticas. Por ser joven y de miembros delicados, y por no tener pelo de barba, pareciera un niño, a no desmentir la presunción sus trazas sacerdotales. Aunque cubierto del amarillo polvo, que levantaba el trote del jaco, bien se advertía que el traje del mozo era de paño negro liso, cortado con la flojedad y poca gracia que distingue a las prendas de ropa seglar vestidas por clérigos. Los guantes, despellejados ya por la tosca brida, eran asimismo negros y nuevecitos, igual que el hongo, que llevaba calado hasta las cejas, por temor a que los zarandeos de la trotada se lo hicieran saltar al suelo, que sería el mayor compromiso del mundo. Bajo el cuello del desairado levitín asomaba un dedo del alzacuello, bordado de cuentas de abalorio. Demostraba el jinete escasa maestría hípica: inclinado sobre el arzón, con las piernas encogidas y a dos dedos de salir despedido por las orejas, leíase en su rostro tanto miedo al cuartago como si fuese algún corcel indómito rebosando fiereza y bríos.
   Al acabarse el repecho volvió el jaco a la sosegada andadura habitual, y pudo el jinete enderezarse sobre el aparejo redondo, cuya anchura inconmensurable le había desconyuntado los huesos todos de la región sacroiliaca. Respiró, quitóse el sombreo y recibió en la frente, sudorosa, el aire frío de la tarde. Caían ya oblicuamente los rayos del sol en los zarzales y setos, y un peón caminero, en mangas de camisa, pues tenía su chaqueta colgada sobre un mojón de granito, daba lánguidos azadonazos en las hierbecillas nacidas al borde de la cuneta. Tiró el jinete del ramal, para detener a su cabalgadura, y ésta, que se había dejado en la cuesta abajo las ganas de trotar, paró inmediatamente. El peón alzó la cabeza, y la placa dorada de su sombrero relució un instante."...

 

domingo, 19 de febrero de 2012

EL CLAN DEL OSO CAVERNARIO
(Jean M. Auel)

   "La niña desnuda salió corriendo del cobertizo de cuero hacia la playa rocosa en el recodo del riachuelo. No se le ocurrió volver la vista atrás. Nada en su experiencia le daba razón alguna para poner en duda que el refugio y los que estaban dentro seguirían allí cuando regresara.
   Se echó al río chapoteando y, al alejarse de la orilla, que se hundía rápidamente, sintió como la arena y los guijarros escapaban bajo sus pies. Se zambulló en el agua fría y salió nuevamente, escupiendo, antes de dar unas brazadas firmes para alcanzar la escarpada orilla opuesta. Había aprendido a nadar antes que a andar, y a los cinco años de edad se encontraba a gusto en el agua. En muchas ocasiones, la única manera en que se podía cruzar un río era nadando.
   La niña jugó un buen rato, nadando de un lado para otro, y después dejó que la corriente la arrastrara río abajo; cuando éste se ensanchó y empezó a hacer borbotones sobre las piedras, se puso en pie y regresó a la orilla, donde se dedicó a recoger piedrecillas. Acababa de colocar una en la cima de un montoncillo formado por algunas especialmente bonitas, cuando la tierra empezó a temblar.
   La niña vio, sorprendida, que la piedrecita rodaba como por voluntad propia, y observó con espanto cómo las que formaban la pequeña pirámide temblaban y volvían al suelo. Sólo entonces se dio cuenta de que también ella era sacudida, pero todavía experimentaba más sorpresa que aprensión. Echó una mirada en derredor tratando de comprender por qué su universo se había alterado de manera incomprensible. Se suponía que la tierra no debía moverse.
   El riachuelo, que momentos antes corría suavemente, se había vuelto turbulento, con olas agitadas que salpicaban las orillas mientras su lecho se alzaba contra la corriente, sacando lodo del fondo. Los matorrales que crecían cerca de las orillas río arriba se entremecían, animados por un movimiento invisible de sus raíces, y río abajo las rocas oscilaban, presas de una agitación insólita."...

jueves, 16 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

LA BARRACA
(Blasco Ibáñez)

   "Desperezóse la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de luz que asomaba por la parte del Mediterráneo.
   Los últimos ruiseñores, cansados de animar con sus trinos aquella noche de otoño, que por lo tibio de su ambiente parecía de primavera, lanzaban el gorjeo final como si les hiriese la luz del alba con sus reflejos de acero. De las techumbres de paja de las barracas salían las bandadas de gorriones como un tropel de pilluelos perseguidos, y las copas de los árboles empezaban a estremecerse bajo los primeros jugueteos de estos granujas del espacio, que todo lo alborotaban con el roce de sus blusas de plumas.
   Apagábanse lentamente los rumores que habían poblado la noche: el borboteo de las acequias, el murmullo de los cañaverales, los ladridos de los mastines vigilantes.
   Despertaba la huerta, y sus bostezos eran cada vez más ruidosos. Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca. Los campanarios de los pueblecitos devolvían con ruidoso badajeo el toque de misa primera que sonaba a lo lejos, en las torres de Valencia, esfumadas por la distancia. De los corrales salía un discordante concierto animal: relinchos de caballos, mujidos de vacas, cloquear de gallinas, balidos de corderos, ronquidos de cerdos; un despertar ruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba cargada de acre perfume de vegetación, deseaban correr por los campos.
   El espacio se empapaba de luz; disolvíanse las sombras, como tragadas por los abiertos surcos y las masas de follaje. En la indecisa neblina del amanecer iban fijando sus contornos húmedos y brillantes las filas de moreras y frutales, las ondulantes líneas de cañas, los grandes cuadros de hortalizas, semejantes a enormes pañuelos verdes, y la tierra roja cuidadosamente labrada."...

miércoles, 15 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

CONFESIONES
(Rousseau)

  "Emprendo una obra de la que no hay ejemplo y que seguramente no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre con toda la verdad de la naturaleza, y este hombre seré yo.
   Yo solamente. Conozco a los hombres y siento lo que hay dentro de mí mismo. No estoy hecho como ninguno de cuantos he visto, y aún me atrevo a decir que no soy como ninguno de cuantos existen. Si no valgo más que los demás, por lo menos soy distinto de ellos. Si la naturaleza ha obrado bien o mal rompiendo el molde en que me ha vaciado, sólo podrá juzgarse después de haberme leído.
   Cuando quiera que suene la trompeta del juicio final, yo, con este libro, me presentaré ante el Juez Supremo y le diré resueltamente:
   "He aquí lo que hice, lo que pensé y lo que fui. Con igual franqueza dije lo bueno y lo malo. Nada malo me callé ni me atribuí nada bueno, y si he empleado algún adorno insignificante lo hice sólo para llenar un vacío de mi falta de memoria. Pude haber supuesto cierto lo que pudo haberlo sido, más nunca lo que sabía era falso. Me he mostrado cual fui, despreciable y vil, o bueno, generoso y sublime cuando lo he sido. He puesto de manifiesto mi alma tal como Tú mismo la has visto, ¡oh Ser Supremo! Reúne en torno mío la innumerable multitud de mis semejantes a fin de que escuchen mis confesiones, lamenten mis flaquezas y se avergüencen de mis miserias. Que cada cual luego descubra su corazón a los pies de tu trono con la misma sinceridad, y si entonces hay alguno que se atreva, diga en tu presencia: Yo fui mejor que ese hombre."...

domingo, 12 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

LOS DIABLOS SUELTOS
(Mada Carreño)

   "Después de comer, como siempre, Ignacio y yo nos hemos encerrado en nuestro cuarto para descansar. El descanso consiste en leer un rato, recostados en las camas, o en charlar. Pero hoy no hemos leído mucho tiempo.
   Ignacio finge burlarse de mí porque estoy fascinada con Los Budembrook, de Thomas Mann. Dice que no es normal, en medio de la guerra y el desorden, leer un libro como éste, interminable y tan ajeno a cuanto nos rodea.
   -Por eso mismo -digo.
   Fija sobre mí una mirada maliciosa, estira la mano y me da un tirón del pelo.
   -Escapándose en vez de ir a la reunión del partido, ¿eh?
   Nos reímos. Cuando estábamos en Valencia, en lugar de asistir a las asambleas políticas, obligadas, de todos los domingos, íbamos a escuchar los conciertos matinales de la Sinfónica. Interpretó sucesivamente todas las sinfonías de Beethoven y durante un tiempo el alegreto de la Séptima, tarareado después por nosotros con alguna mayor vivacidad, se acopló perfectamente a nuestra íntima soltura. Después, en los consejos que el personal de prensa celebraba con sus mentores, solían reprocharnos nuestras ausencias. Finalmente Ignacio, con humor, dijo que para él resultaban mucho más alentadores los conciertos que los discursos, y que no se debía subestimar el poder de la música; era un auxiliar muy eficaz para la resolución de los problemas. En el silencio frío que siguió a sus palabras se alzó la voz metálica de Márquez.
   -Nada puede ser más importante que nuestras reuniones.
   En la práctica nadie atendía a todas las convocatorias y juntas. Eran tan frecuentes que no dejaban espacio para realizar los acuerdos. Cada cual trataba de escabullirse cuando podía hacerlo, cuidando solamente de guardar las apariencias.
   Dentro del enorme salón del consejo estábamos, acomodados sin mucho orden, todos los compañeros del periódico. Detrás de la mesa presidencial Márquez, con su rostro fósil, hablaba sin mirar a nadie en estilo breve y cortante, apoyando con fuerza en las frases directrices. Después de que acababa y salía, Domingo, que actuaba como secretario, permanecía un momento tras la mesa recogiendo lápices y papeles. En seguida pasaba del otro lado y se sentaba familiarmente entre nosotros, para charlar un rato y aclararnos cualquier duda que quedase.
   Alto y grueso, con unos rasgos que no han perdido aún la agudeza cordial del madrileño, Domingo nos miraba afable. A veces surgía alguna discusión relativa al periódico, y entonces se encrespaba y se ponía a gritar."...

sábado, 11 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

EL DOBLE
(Dostoievski)

   "Faltaba poco para las ocho de la mañana cuando Yakov Petrovich Goliadkin, funcionario con la baja categoría consejero titular, se despertó después de un largo sueño, bostezó, se desperezó y al fin abrió los ojos  de par en par. Durante unos instantes, sin embargo, permaneció inmóvil en la cama como si no estuviese aún seguro de estar despierto o de seguir durmiendo, de si lo que acontecía en torno suyo era, en efecto, parte de la realidad o sólo prolongación de sus alborotados sueños. Pronto, no obstante, los sentidos del señor Goliadkin empezaron a registrar con mayor claridad y precisión sus impresiones cotidianas y habituales. Familiarmente le miraban las paredes verdosas de su pequeña habitación, cubiertas de hollín y mugre, la cómoda de caoba legítima, las sillas de caoba de imitación, la mesa pintada de rojo, el diván tapizado de hule rojizo salpicado de repulsivas flores verdes y, por último, el traje que se había quitado a toda prisa la noche anterior y había arrojado al buen tuntún en el diván. Finalmente, el día otoñal, gris, opaco y sucio, le atisbaba por la grasienta ventana con tan mal humor y mueca tan torcida que el señor Goliadkin ya no podía de modo alguno dudar que se hallaba no en un remoto país de maravillas, sino en la ciudad de Petersburgo , en la capital, en la calle Shestilavochnaya, en el cuarto piso de una vasta  casa de vecindad, en su propio domicilio. Una vez hecho descubrimiento tan importante, el señor Goliadkin cerró estremecido los ojos como añorando el reciente sueño y deseando volver a captarlo siquiera por un instante. Pero un momento después saltó de la cama, probablemente por haber dado al cabo con la idea en torno a la cual venían girando sus dispersos y agitados pensamientos. Después de saltar de la cama fue corriendo a mirarse en un espejito redondo que tenía sobre la cómoda. Aunque la imagen soñolienta, miope y medio calva que en él se reflejó tenía tan poco de particular que, a primera vista, apenas llamaría la atención, su dueño pareció quedar plenamente satisfecho de lo que vio en el espejo.
   -Tendría gracia -dijo a media voz el señor Goliadkin- que no estuviese hoy como Dios manda, que me hubiese ocurrido algo fuera de lo común, por ejemplo, que me hubiese salido un grano o algo desagradable por el estilo. Sin embargo, de momento no tengo mala cara. Por ahora todo va bien."...


viernes, 10 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

FECUNDIDAD
(Emile Zola)

   "Aquella mañana, en el pabelloncito situado junto al bosque, donde habitaban hacía tres semanas, Mateo se apresuraba, pues quería tomar en Jonville el tren de las siete, en el que diariamente iba a París. Eran las seis y media y había dos kilómetros largos desde su casa a Jonville. Después de los cuarenta y cinco minutos de tren había otro tanto desde la estación del norte al boulevard Grenelle, de manera que no llegaba a su despacho de la fundición hasta las ocho y media.
   Besó a sus hijos, aún dormidos afortunadamente, porque, cuando estaban despiertos no le dejaban salir anudando los bracitos a su cuello, riendo y besándole. Al volver a entrar rápidamente en la alcoba, vio a su mujer, Mariana, que estaba aún en la cama, pero despierta y medio incorporada. Había corrido una cortina y por la entreabierta ventana entraban torrentes de luz, de radiosa luz de mayo, que iluminaban la belleza sana y fresca de aquella mujer de veinticuatro años, por la que él, que tenía tres años más, sentía verdadera adoración.
   -Es preciso que ande listo, hija mía, si no, se me escapa el tren... Procura arreglarte con los seis reales que te quedan.
   Mariana se echó a reir. Estaba encantadora con la mata de pelo suelta por la espalda y con los redondos y frescos brazos al aire. Hacía siete años que se habían casado, y a pesar de tener cuatro hijos y de los apuros que pasaban continuamente su buen humor y esperanza no se extinguían.
   .¡Seis reales! En verdad que no es mucho; pero como hoy es fin de mes y debes cobrar, no me importa. Mañana pagaré los piquillos que debo en Jonville. A quienes siento deber es a los Lapailleur, porque esa gente se figura siempre que les van a robar. ¡Con seis reales vamos hacer una comilona, muchacho!
   Y contenta y risueña le tendió los brazos, como hacía todas las mañanas al despedirle."...

jueves, 9 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

LA CABAÑA DEL TIO TOM
(Harriet Beecher Stowe)

   "Al atardecer de un frío día de febrero, dos caballeros estaban sentados ante una mesa con botellas y vasos, en un bello y confortable comedor de la ciudad de P...., en el estado de Kentuky. No había criado alguno presente, y los dos interlocutores, con las sillas muy juntas, hablaban, por lo visto, de algo muy interesante.
   Antes hemos dicho dos caballeros; pero uno de ellos, examinado de cerca, no podía calificarse como tal: era un hombre macizo y rechoncho, con el aire vulgar de los advenedizos que se abren paso en la vida a codazos, y vestido con escandalosa vulgaridad colorinesca; su corbata llamativa y chillona, sus manos bastas llenas de sortijas, su enorme cadena de reloj, con un diluvio de dijes colgantes, que el hombre tenía costumbre de hacer sonar mientras hablaba, y lo pintoresco de su lenguaje, decían a la legua su bajo origen.
   Su compañero, míster Shelby, tenía, en cambio, todo el aspecto de un verdadero señor; y el aspecto de la habitación, como el orden y la belleza de todos los muebles y de las cosas, hablaba bien a las claras de la holgura y bienestar. Como antes hemos dicho, ambos hablaban con apasionado interés.
   -Así es como yo arreglaría el asunto, amigo mío -dijo míster Shelby.
   -Pero ¡yo no puedo aceptar, míster Shelby; no puedo! -dijo el otro, cogiendo un vaso de vino y poniéndolo entre sus ojos y la luz.
   -De todos modos, Haley, Tom es un hombre extraordinario. Vale esa suma y mucho más: un hombre sensato, honrado, capaz donde los haya, que lleva mi granja como un reloj.
   -Bueno; usted quiere decir honrado como pueden serlo los negros, ¿no es así?, -dijo Haley, siviéndose un vaso de brandy.
   -¡No, no! Quiero decir un hombre realmente bueno y honrado, un hombre sensato y piadoso. Hace cuatro años se convirtió al cristianismo, y desde entonces le he confiado cuanto tengo: dinero, casa, caballos... Le dejo ir y venir por el país, y siempre le he encontrado recto y servicial en sumo grado.
   -¡Oh, oh Hay mucha gente que no cree que los negros puedan ser cristianos... De todos modos, convengamos en que puedan serlo. Yo lo creo así: pero hay que estar siempre en guardia... Yo tuve uno que compré en Orleans, y me parecía un buen sujeto... Y, sin embargo, me robó una suma importante... Sí, claro, cuando un negro es cristiano es una gran cosa; pero hay que saber si es cristiano sincero o es que lo finge."...

miércoles, 8 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD
(Bertrand Russell)

   "El intento de concebir una nueva y mejor organización de la sociedad humana que sustituya al caos destructivo y bárbaro, en el cual los hombres han vivido hasta ahora, no es en manera alguna moderno: es, por lo menos, tan antiguo como Platón, en cuya República dio el modelo para las utopías de los filósofos que le sucedieron.
   Cualquiera que contemple el mundo iluminado por un ideal, ya busque inteligencia, arte, amor o sencilla felicidad -o todo junto-, debe sentir una gran tristeza al ver las maldades que inútilmente los hombres permiten hacer, y (si es un hombre de fuerza y de energía vital) también debe sentir un apremiante deseo de conducir a los hombres hacia la realización de lo bueno a que le inspira su visión creadora.
   Este es el deseo que en el comienzo impulsó a los precursores del socialismo y del anarquismo, como así fue en el pasado en los creadores de repúblicas ideales.
   En esto no hay nada nuevo. Lo que es nuevo en el socialismo y anarquismo es la relación estrecha entre el ideal y los actuales sufrimientos de los hombres, que ha permitido que de las esperanzas de aislados pensadores surjan poderosos movimientos políticos.
   Es esto lo que hace importante al socialismo y al anarquismo, y peligroso para los que, conscientes o inconscientes, viven de las maldades del actual régimen de la sociedad. La gran mayoría de los hombres y de las mujeres, en tiempo normal, pasan a través de la vida sin contemplar ni criticar, en general, ni sus condiciones propias ni las de los demás. Se encuentran colocados en cierto lugar de la sociedad y aceptan lo que cada día aquélla les ofrece, sin hacer algún esfuerzo por pensar más allá de lo que requiere el momento inmediato."...

martes, 7 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

LA AGONIA Y EL EXTASIS
(Irving Stone)

   "Estaba sentado ante un espejo dibujando su propio rostro: las enjutas mejillas, altos pómulos, amplia y achatada frente, y las orejas, colocadas demasiado atrás, mientras los oscuros cabellos caían hacia adelante, sobre los ojos color ámbar, de pesados párpados.
   "No estoy bien diseñado", pensó el niño de trece años seriamente concentrado.
   Movió ligeramente su delgado pero fuerte cuerpo para no despertar a sus cuatro hermanos, que dormían, y luego ladeó la cabeza para escuchar el esperado silbido de su amigo Granacci desde la Vía dell Anguillara. Con rápidos trazos de carboncillo comenzó a dibujar de nuevo sus propios rasgos, ampliando el óvalo de los ojos, redondeando la frente. Luego llenó algo más las mejillas, dio más carnosidad a sus labios y más fuerza al mentón.
   Hasta él llegaron las notas del canto de un pájaro a través de la ventana que había abierto para recibir la frescura de la mañana. Ocultó el papel de dibujo bajo el almohadón de la cama y bajó sigilosamente la escalera de piedra para salir a la calle.
   Su amigo Francesco Granacci era un muchacho de diecinueve años, una cabeza más alto que él. Tenía los cabellos del color del heno y los ojos azules. Desde hacía un año estaba proporcionando a Miguel Angel materiales de dibujo y grabados que sacaba subrepticiamente del estudio de Ghirlandaio, con los que estaba montando una especie de santuario en la casa de sus padres, al otro lado de Vía dei Bentaccordi. A pesar de ser hijo de padres acaudalados, Granacci ingresó de aprendiz a los diez años en el estudio de Filippino Lippi, a los trece, había posado para la figura central del joven resucitado en el "Sampedro resucita al sobrino del Emperador", obra de Masaccio que se hallaba en la iglesia del Carmine, Ahor estaba como el aprendiz en el estudio de Ghirlandaio. No tomaba muy en serio sus trabajos de pintura, aunque poseía un ojo infalible para descubrir el talento pictórico en otros."...

domingo, 5 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

LA VIEJA SIRENA
(José Luis Sampedro)

   "Durante la tibia mañana de la primavera egipcia, ya próxima al verano, el mercado de los terceros días de Canope es una continua vibración de luz, color y vocerío. Acribillan el aire los más contrapuestos olores y los gritos de los mercaderes, que pregonan sus géneros sentados sobre esterillas de papiro trenzado. "Paso, paso" claman constantemente quienes intentan moverse en la aglomeración, más densa hoy porque muchos campesinos han levantado sus cosechas y distraen el ocio impuesto por la inundación anual, que no tardará en ser anunciada desde el gran nilómetro del sur, en la isla Elefantina. Algunos aprovechan para ponerse en manos del barbero sangrador, pasar el tiempo con el juego de la serpiente, o detenerse ante el charlatán de las hierbas mágicas para casos de amor o de dolencias. Incluso se permiten el lujo de pedir agua de cebada al aguador, que anuncia la bebida con el tintineo de sus cascabeles, porque están contentos: al fin salió de los campos la plaga de los escribas fiscales, que presenciaron la siega como cuervos expectantes, para evaluar a la vista de la mies los impuestos exigibles.
   Hacia el mediodía hortelanos y mercaderes van recogiendo sus puestos. Los olores acres o dulces, fermentados o aromáticos, se avivan al remover los géneros: habas, lentejas, ahumados peces del delta, vísceras y carnes, pequeños higos de sicomoro junto a caracoles, miel de abejas salvajes cogida en los oasis nubios, sésamo, ajos y tantos otros artículos no comestibles: pelo cabrío, lino cueros, herramientas, leña, carbón, aperos, sandalias y sombreros de papiro. La plaza se vacía pero en las callejuelas adyacentes permanecen abiertas las tiendecillas con mercancías más selectas: desde la seda y transparentes linos para plisar hasta la ofebrería, pasando por los amuletos y los perfumes, la plata y el lapislázuli del Sinaí, el ámbar importado y los cosméticos, las pelucas para hombre o mujer y los cinturones de última moda. Por una de esas vías, la que baja desde el otero coronado por el muy famoso templo de Serapis, desciende un jinete montado en un asno cuya alzada y lustroso pelo demuestran la calidad del personaje: un hombre maduro de tez clara, ojillos astutos y labios delgados que, de vez en cuando, comprueba la correcta colocación de su negra peluca. Un esclavo abre paso a la cabalgadura y otro camina al lado llevando el bastón y las sandalias de su señor; tres porteadores caminan detrás, con los fardos de géneros adquiridos en el mercado."...

viernes, 3 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

EL MUNDO DE SOFIA
(Jostein Gaarder)

   "Sofía Amundsen volvía a casa después del instituto. La primera parte del camino la había hecho en compañía de Jorunn. Habían hablado de robots. Jorunn opinaba que el cerebro humano era como un sofisticado ordenador. Sofía no estaba muy segura de estar de acuerdo. Un ser humano tenía que ser algo más que una máquina.
   Se habían despedido junto al hipermercado. Sofía vivía al final de una gran urbanización de chalets, y su camino al instituto era casi el doble que el de Jorunn. Era como si su casa se encontrara en el fin del mundo, pues más allá de su jardín no había ninguna casa más. Allí comenzaba el espeso bosque.
   Giró para meterse por el Camino del Trébol. Al final hacía una brusca curva que solían llamar "Curva del Capitán". Aquí sólo había gente los sábados y los domingos.
   Era uno de los primeros días de mayo. En algunos jardines se veían tupidas coronas de narcisos bajo los árboles frutales. Los abedules tenían ya una fina capa de encaje verde.
   ¡Era curioso ver cómo todo empezaba a crecer y brotar en esta época del año! ¿Cuál era la causa de que kilos y kilos de esa materia vegetal verde saliera a chorros de la tierra inanimada en cuanto las temperaturas subían y desaparecían los últimos restos de nieve?
   Sofía miró el buzón al abrir la verja de su jardín. Solía haber un montón de cartas de propaganda, además de unos sobres grandes para su madre. Tenía la costumbre de dejarlo todo en un montón sobre la mesa de la cocina, antes de subir a su habitación para hacer los deberes.
   A su padre le llegaba alguna que otra carta del banco, pero no era un padre normal y corriente. El padre de Sofía era capitán de un gran petrolero y estaba ausente gran parte del año. Cuando pasaba en casa unas semanas seguidas, se paseaba por ella haciendo la casa más acogedora para Sofía y su madre. Por otra parte, cuando estaba navegando resultaba a menudo muy distante.
   Ese día sólo había una pequeña carta en el buzón, y era para Sofía.
   "Sofía Amundsen", ponía en el pequeño sobre. "Camino del Trébol 3." Eso era todo, no ponía quién la enviaba. Ni siquiera tenía sello.
   En cuanto hubo cerrado la puerta de la verja, Sofía abrió el sobre. Lo único que encontró fue una notita, tan pequeña como el sobre que la contenía. En la notita ponía: ¿Quién eres?
   No ponía nada más. No traía saludos ni remitente, sólo esas dos palabras escritas a mano con grandes interrogaciones.
   Volvió a mirar el sobre. Pues sí, la carta era para ella. ¿Pero quién la había dejado en el buzón?.
   Sofía se apresuró a sacar la llave y abrir la puerta de la casa pintada de rojo. Como de costumbre, el gato Sherekan le dió tiempo a salir de entre los arbustos, dar un salto hasta la escalera y meterse por la puerta antes de que Sofía tuviera tiempo de cerrarla.
   -¡Misi, misi, misi!"...

jueves, 2 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO
Julio Verne)

   "El año 1866 se caracterizó indudablemente por un acontecimiento excepcional, por un fenómeno inexplicable, que seguramente no ha sido olvidado por nadie. Aparte de los rumores que conmovieron a los habitantes de los puertos y que sobreexcitaron a la opinión pública en el interior de los continentes, las gentes del mar se sintieron particularmente afectadas por el suceso. Tanto los negociantes, los armadores, los directores y el personal de las empresas marítimas de Europa y América, como los capitanes y demás oficiales de las marinas de todos los países, y con ellos los Gobiernos de los diversos Estados de ambos continentes, prestaron al hecho su más alto interés.
   En efecto, desde hacía algún tiempo los navíos habían venido topándose en el mar con "una cosa enorme", un objeto largo y fusiforme, en algunas ocasiones fosforescente, e infinitamente más voluminoso y veloz que una ballena.
   Los detalles relativos a semejante aparición, consignados en los diferentes cuadernos de bitácora, coincidían con bastante exactitud en todo lo concerniente a la estructura del objeto o del ser en cuestión, a la incalculable y sorprendente rapidez de sus movimientos, a la increíble potencia de su locomoción y a la vida particular de que parecía estar dotado. Si se trataba de un cetáceo, su tamaño excedía a la de todos aquellos que la ciencia había clasificado hasta entonces. Ni Cuvier, ni Lacépede, ni Dumeril, ni Quatrefages, hubieran admitido la existencia de tal monstruo sin haberlo visto de una forma concreta con sus propios ojos de especialistas en la materia.
   Aceptando el término medio de las observaciones realizadas, desechando las tímidas evaluaciones que asignaban al objeto una longitud de doscientos pies, y rechazando al mismo tiempo los cálculos exagerados que le suponían una milla de anchura por tres de largo, podía muy bien afirmarse que aquel ser fenomenal, en caso de ser cierta su existencia, rebasaba con mucho las mayores dimensiones entre todas las admitidas hasta aquel momento por los ictiólogos.
   Su existencia era por tanto evidente, el hecho en sí no podía negarse, y la emoción producida en el mundo entero por tan sobrenatural aparición resultaba mas que comprensible, sobre todo si se tiene en cuenta la inclinación que el cerebro humano siente por todo aquello que sea susceptible de ser denominado como maravilloso. Ni que decir tiene que cualquier pretensión de relegar el suceso a la simple categoría de las fábulas hubiera resultado un esfuerzo inútil."...
 

miércoles, 1 de febrero de 2012

Bellos Comienzos

TRAFALGAR
(Benito P. Galdós)

   "Se me permitirá que antes de referir el gran suceso de que fui testigo, diga algunas palabras sobre mi infancia, explicando por qué extraña manera me llevaron los azares de la vida a presenciar la terrible catástrofe de nuestra marina.
Al hablar de mi nacimiento, no imitaré a la mayor parte de los que cuentan hechos de su propia vida, quienes empiezan nombrando su parentela, las más veces noble, siempre hidalga por lo menos, si no se dicen descendientes del mismo Emperador de Trapisonda. Yo, en esta parte, no puedo adornar mi libro con sonoros apellidos; y fuerade mi madre, a quien conocí por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno de mis ascendientes, si no es de Adán, cuyo parentesco me parece indiscutible. Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en esto sólo nos parezcamos.
Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres. La memoria no me da luz alguna sobre mi persona y mis acciones en la niñez, sino desde la edad de seis años; y si recuerdo esta fecha, es porque la asocio a un suceso naval de que oí hablar entonces: el combate del cabo de San Vicente, acaecido en 1797.
Dirigiendo una mirada hacia lo que fue, con la curiosidad y el interés propios de quien se observa, imagen confusa y borrosa, en el cuadro de las cosas pasadas, me veo jugando en la Caleta con otros chicos de mi edad poco más o menos. Aquello era para mí la vida entera; más aún, la vida normal de nuestra privilegiada especie; y los que no vivían como yo, me parecían seres excepcionales del humano linaje, pues en mi infantil inocencia y desconocimiento del mundo yo tenía la creencia de que el hombre había sido criado para la mar, habiéndole asignado la Providencia, como supremo ejercicio de su cuerpo, la natación, y como constante empleo de su espíritu el buscar y coger cangrejos, ya para arrancarles y vender sus estimadas bocas, que llaman de la Isla, ya para propia satisfacción y regalo, mezclando así lo agradable con lo útil.
   Cuando tuve edad para meterme de cabeza en los negocios por cuenta propia, con objeto de ganar honradamente algunos cuartos, recuerdo que lucí mi travesura en el muelle, sirviendo de introductor de embajadores a los muchos ingleses que entonces como ahora nos visitaban. El muelle era una escuela ateniense para despabilarse en pocos años, y yo no fui de los alumnos menos aprovechados en aquel vasto ramo del saber humano, así como tampoco dejé de sobresalir en el merodeo de la fruta, para lo cual ofrecía ancho campo a nuestra iniciativa y altas especulaciones la plaza de San Juan de Dios. Pero quiero poner punto en esta parte de mi historia, pues hoy recuerdo con vergüenza tan grande envilecimiento, y doy gracias a Dios de que me librara pronto de él llevándome por más noble camino."...

Bellos Comienzos

ENSAYOS LITERARIOS
(Robert L. Stevenson)

   "Saber lo que a uno le gusta marca el comienzo de la sabiduría y de la madurez. La juventud es una edad totalmente experimental. La esencia y el encanto de esa época ajetreada y deliciosa residen tanto en la ignorancia de uno mismo como en la ignorancia de la vida. Una y otra vez aúna el hombre joven estas dos incógnitas, ya en un ligerísimo roce, ya en un abrazo amargo; con un placer exquisito o con un dolor punzante; pero en ningún caso con indiferencia, a la cual es totalmente ajeno, o con ese sentimiento cercano a la indiferencia, la aceptación. Si se trata de un joven sensible, que se excita con facilidad, el interés por esta serie de experimentos excederá con mucho el placer que de ellos derive. Aunque así lo crea, no ama la belleza ni busca el placer; su objetivo será cumplir su vida y degustar la diversidad del destino humano, y en ello hallará suficiente recompensa. Porque hasta que la cuchilla de la curiosidad se embota, todo lo que no es vida y búsqueda desaforada de experiencias ofrece para él un rostro de repulsiva aridez que difícilmente podrá evocar más tarde; o, de haber alguna excepción –y el destino entra aquí en escena–, es en los momentos en que, hastiado o ahíto de la actividad primaria de los sentidos, revive en su memoria la imagen de los placeres y las penas pasados. De esta suerte, rechaza las profesiones rutinarias y se inclina insensiblemente hacia la carrera del arte que solamente consiste en saborear y dar cuenta de la experiencia.

Esto, que no es tanto vocación por un arte cuanto impaciencia para con las restantes ocupaciones honradas, se presenta frecuentemente aislado; y siendo así, se va borrando con el paso de los años. Bajo ningún concepto se le debe prestar atención, pues no es una vocación, sino una tentación; y cuando, hace días, su padre desaprobó de forma tan cruda (y a mi juicio) tan certera su ambición, no es improbable que recordase un episodio similar de su pasado. Porque acaso la tentación sea tan frecuente como la vocación es rara. Además, hay vocaciones imperfectas; hay hombres vinculados no tanto a un arte en particular cuanto al ars artium general, base común de todo arte creativo; ora se entregan a la pintura, ora estudian contrapunto o pergeñan un soneto: todo con idéntico interés, no pocas veces con conocimientos genuinos. Y de esta disposición, cuando despunta, me resulta difícil hablar; pero le aconsejaría dedicarse a las letras, pues, al servicio de la literatura (red de tan amplia cabida), toda su erudición pudiera serle útil algún día y, si continuara trabajando y se convirtiera al cabo en uncrítico, sabría utilizar las herramientas necesarias. Por último, llegamos a esas vocaciones que son, a la vez, claras y decisivas; a los hombres que llevan en las venas el amor a los pigmentos, la pasión por el dibujo, el talento para la música o el impulso de crear mediante las palabras, de la misma forma que otros, o acaso los mismos, nacen amantes de la caza, el mar, los caballos o el torno. Están predestinados; si un hombre ama su oficio con independencia del éxito u la fama, los dioses han llamado a su puerta. Tal vez posea una vocación más amplia: sienta debilidad por todas las artes, y pienso que a menudo éste es el caso; pero es en esa disciplinada entrega a una sola, en el entusiasmo inquebrantable por los logros técnicos y (quizá por encima de todo) en la candorosa actitud con que acomete su insignificante empresa con una gravedad propia de los cuidados del imperio y estima valioso conseguir, a cualquier coste de trabajo y tiempo, la mejora más insignificante, donde hallamos huellas de su vocación."...